Al viajar por el mundo descubro mucha gente que puede disfrutar del acceso al Lugar Santísimo pero que no lo hace.
Hay aun líderes cristianos que hablan de la adoración, pero su estilo de vida y lo que comunican con sus actitudes demuestra que no han pasado mucho tiempo de genuina adoración ante el trono de la gracia. Por eso es indispensable seguir nuestro recorrido por el tabernáculo. En el camino hacia el Lugar Santo seguimos encontrando elementos que nos hablan a gritos de verdades celestiales, con repercusiones prácticas para nuestra vida terrenal.
El pan, la mesa y el candelabro
Estos elementos nos hablan de nuestro servicio y ministerio a Dios. En esencia, el Lugar Santo es donde los sacerdotes desarrollaban su culto a Dios. Es un lugar que habla de camaradería y también, claro, de adoración.
Creo que en las últimas décadas se ha hablado sobre el «ministerio» o la «ministración» de un modo ambiguo. Por eso es bueno reflexionar acerca del significado original de esas palabras y lo que simbolizaba en el contexto del pueblo de Dios. «En cambio, se acercarán para servirme los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, [...] Solo ellos entrarán en mi santuario y podrán acercarse a mi mesa para servirme y encargarse de mi servicio» (Ezequiel 44:15-16). ¿Alguna vez imaginaste servirle la mesa a Dios? ¿Sabías que ese es el primer ministerio que tiene todo ser humano?
Viene a mi mente cuando Abraham vio al Señor pasar frente a su tienda en el desierto, sin saber que se dirigía a juzgar a Sodoma y Gomorra. El patriarca lo detuvo y prácticamente lo obligó a pasar adentro para quedarse un rato con él.
La hospitalidad de Abraham lo llevó a ofrecerle agua fresca para beber, carne para comer, pan recién horneado, queso fresco, un lugar especial debajo de un árbol e incluso lo movió a lavar los pies de Dios. ¿Atender a Dios? ¿A quién se le ocurre?Debemos entender que solo la gente que tiene un corazón hospitalario hacia su presencia puede aprender a adorarlo.
Nuestro tiempo de adoración personal y la reunión con nuestros amigos en el grupo de jóvenes debe convertirse en un tiempo para aprender a ser anfitriones de Dios. Sobra decir que muchas veces acudimos a la reunión con la actitud de un cliente que llega exigiendo el menú en un restaurante. O como la persona que pasa por la estación de gasolina y lo único que dice es: ¡Lleno, por favor!
Hace años, mi cuñado y yo fuimos a Chile a servir en una iglesia local durante diez días. Al final de nuestra estadía, el portero del edificio y su esposa nos invitaron a tomar algo en su casa que se encontraba allí al lado. Cuando llegamos, tuvimos que esperar un rato mientras ellos preparaban todo. Al abrirse las puertas del comedor, casi nos levantamos en el aire atraídos por la visión tremenda de una mesa llena de todo tipo de bocadillos.Durante las próximas dos horas, conversamos, reímos y comimos. La mesa rebosaba de aperitivos que al ser degustados, abrían espacio a otra serie de platos. Algo para nunca olvidar.Pero noté que la esposa del anfitrión era quien preparaba todo y, apostada junto a la puerta de la cocina, observaba cuando faltaba algo y de inmediato lo sustituía, trayendo más café, chocolate o bocadillos.Hice la observación a nuestro amigo para que invitara a su esposa a unirse al grupo. Él me respondió: «Hermano, por favor, dejemos que lo haga. Su felicidad es atenderlos a ustedes y asegurarse de que todo esté bien. Una vez saciados, vendrá junto a nosotros. Ella no lo hace por obligación, es un placer que no podemos negarle».
Creo que Dios conmocionó mi corazón con la actitud de esa hermana. Eso es «ministrar» a alguien. La adoración es algo más que cantar; es volver al diálogo inicial que Dios planeó desde el principio. Es conversar con él mientras le servimos las mejores delicias que podamos.
El arca del pacto
Por siglos se ha especulado con respecto al arca del pacto. Los pueblos antiguos, y aun los modernos, la han buscado como uno de los tesoros más preciados de la historia humana. El arca del pacto seguramente era tremenda. El arca del pacto simbolizaba el mismo trono de Dios. Observemos su descripción:
Dos figuras de querubines resguardaban el cofre, en postura de adoración. Apostados sobre la tapa, indicaban que ese era un regalo especial. En aquel receptáculo, todo cubierto de oro, se encontraban las tablas de la ley dadas a Moisés, como recordatorio del carácter santo de Dios con el cual gobierna el universo. Las tablas tenían el propósito de ayudar al pueblo a disfrutar de la voluntad de Dios y marcar el camino a una relación con él. El arca hablaba de la excelencia y gloria de Dios, y se sabía que poseía una luz que emanaba de la misma presencia de Dios. Allí, en medio de los querubines, las tablas volvían a recordar que Dios había tomado la iniciativa para reconectarse con su pueblo. (Números 7:89)¡Un indicio más de que Dios sigue buscando dialogar con nosotros! 2 Samuel 6:6-9 nos recuerda que el arca debía ser tratada con respeto, y que por faltar en cuanto a eso, Uza pagó con su vida por su temeridad.No olvidemos que todo el santuario fue mostradoa Moisés en visiones, y le fue indicado como debía construir cada parte del tabernáculo, de acuerdo al modelo que está en el cielo, o sea, a semejanza de la casa de Dios (Hebreos 8:5).
Siendo así, entendemos por qué los profetas quevieron el trono de Dios, como Juan en el NuevoTestamento, hablaron de querubines que rodeaban el trono y que declaraban constantemente su carácter diciendo: ¡Santo, santo, santo! (Apocalipsis 4:8,9).Dicho de otra manera, el arca era un recordatorio físico para Israel de la presencia invisible de Dios en medio de ellos. Más interesante aun es el nombre de la tapa del arca: propiciatorio.
Según la Real Academia Española, quiere decir que tiene la virtud de hacer propicio. Moisés tenía ordenes de que una vez al año, el sumo sacerdote debía entrar llevando sangre de un sacrificio y depositarla allí. Dios se declararía propicio hacia su pueblo, para que este se acercara. Con este acto adquiría otro nombre también: la silla de misericordia.
El trono de Dios, en donde su carácter santo se despliega y recibe honra, también es un lugar de misericordia. Por eso el mismo sitio es llamado arca del testimonio y lugar de encuentro.En palabras del Nuevo Testamento, el arca sería el lugar de reconciliación.Vemos a Dios ofreciendo un lugar y un lenguaje en común: milagro de milagros. En ese lugar convergen la santidad de Dios y los humanos reconciliados. El cielo y la tierra se encuentran por medio de la misericordia divina. Este es el sitio de adoración ante el que dejamos nuestro servicio, nuestra tierra, nuestra vida y entramos en lo más íntimo de la casa de Dios.
¡Quién lo diría! Los seres humanos fuimos invitados a contemplar a Dios y a conversar con él.No solo Moisés conversó «cara a cara» con Dios. David también nos dice:
«Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Salmo 27:4).La versión Reina Valera apunta a un detalle más: «Para inquirir en su templo».Inquirir quiere decir examinar algo cuidadosamente, indagar, averiguar.Lo decimos, pero hablando en serio: ¿Será posible que la adoración sea algo más que cantar? ¿Puede ser que haya algo tan sublime en ese recinto sagrado que provoque a un hombre llegar a desear solo eso?¿No será nuestro desgano por adorar a Dios un síntoma de la trivialidad con que tratamos su presencia?
Dos cosas para hacer en la presencia de Dios
Se hace evidente que para el pastor que llegó a ser rey existían dos cosas por realizar en la presencia de Dios.
Primero, contemplar: Hace años pude visitar Madrid por primera vez y pasar unas horas en el Museo del Prado. Allí encontré un tesoro incalculable de manifestaciones de arte que recorren prácticamente la historia misma del hombre. Muchos de los grandes maestros están allí, hablando todavía, a través de sus pinturas.
Soy un estudiante de historia del arte, entonces imaginarán la clase de experiencia que significó esto para mí.
En algunos momentos me detenía y por largo rato quedaba parado frente a uno de los óleos que hicieron historia. Mirando de lejos, mirando de cerca. Fascinado por el uso del color; impresionado por la técnica tan precisa que con aceite, brocha y pigmento, lograba representar las cosas del mundo verdadero casi fotográficamente.
Eso es contemplar. Contemplemos a Dios cuando adoramos. No nos apuremos a terminar de cantar para sentarnos.
Tomémonos un tiempo para ser llevados por Dios, que anhela mostrar a los ojos de nuestro corazón los colores de su carácter y la composición de su justicia y verdad.
El pan, la mesa y el candelabro
Estos elementos nos hablan de nuestro servicio y ministerio a Dios. En esencia, el Lugar Santo es donde los sacerdotes desarrollaban su culto a Dios. Es un lugar que habla de camaradería y también, claro, de adoración.
Creo que en las últimas décadas se ha hablado sobre el «ministerio» o la «ministración» de un modo ambiguo. Por eso es bueno reflexionar acerca del significado original de esas palabras y lo que simbolizaba en el contexto del pueblo de Dios. «En cambio, se acercarán para servirme los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, [...] Solo ellos entrarán en mi santuario y podrán acercarse a mi mesa para servirme y encargarse de mi servicio» (Ezequiel 44:15-16). ¿Alguna vez imaginaste servirle la mesa a Dios? ¿Sabías que ese es el primer ministerio que tiene todo ser humano?
Viene a mi mente cuando Abraham vio al Señor pasar frente a su tienda en el desierto, sin saber que se dirigía a juzgar a Sodoma y Gomorra. El patriarca lo detuvo y prácticamente lo obligó a pasar adentro para quedarse un rato con él.
La hospitalidad de Abraham lo llevó a ofrecerle agua fresca para beber, carne para comer, pan recién horneado, queso fresco, un lugar especial debajo de un árbol e incluso lo movió a lavar los pies de Dios. ¿Atender a Dios? ¿A quién se le ocurre?Debemos entender que solo la gente que tiene un corazón hospitalario hacia su presencia puede aprender a adorarlo.
Nuestro tiempo de adoración personal y la reunión con nuestros amigos en el grupo de jóvenes debe convertirse en un tiempo para aprender a ser anfitriones de Dios. Sobra decir que muchas veces acudimos a la reunión con la actitud de un cliente que llega exigiendo el menú en un restaurante. O como la persona que pasa por la estación de gasolina y lo único que dice es: ¡Lleno, por favor!
Hace años, mi cuñado y yo fuimos a Chile a servir en una iglesia local durante diez días. Al final de nuestra estadía, el portero del edificio y su esposa nos invitaron a tomar algo en su casa que se encontraba allí al lado. Cuando llegamos, tuvimos que esperar un rato mientras ellos preparaban todo. Al abrirse las puertas del comedor, casi nos levantamos en el aire atraídos por la visión tremenda de una mesa llena de todo tipo de bocadillos.Durante las próximas dos horas, conversamos, reímos y comimos. La mesa rebosaba de aperitivos que al ser degustados, abrían espacio a otra serie de platos. Algo para nunca olvidar.Pero noté que la esposa del anfitrión era quien preparaba todo y, apostada junto a la puerta de la cocina, observaba cuando faltaba algo y de inmediato lo sustituía, trayendo más café, chocolate o bocadillos.Hice la observación a nuestro amigo para que invitara a su esposa a unirse al grupo. Él me respondió: «Hermano, por favor, dejemos que lo haga. Su felicidad es atenderlos a ustedes y asegurarse de que todo esté bien. Una vez saciados, vendrá junto a nosotros. Ella no lo hace por obligación, es un placer que no podemos negarle».
Creo que Dios conmocionó mi corazón con la actitud de esa hermana. Eso es «ministrar» a alguien. La adoración es algo más que cantar; es volver al diálogo inicial que Dios planeó desde el principio. Es conversar con él mientras le servimos las mejores delicias que podamos.
El arca del pacto
Por siglos se ha especulado con respecto al arca del pacto. Los pueblos antiguos, y aun los modernos, la han buscado como uno de los tesoros más preciados de la historia humana. El arca del pacto seguramente era tremenda. El arca del pacto simbolizaba el mismo trono de Dios. Observemos su descripción:
Dos figuras de querubines resguardaban el cofre, en postura de adoración. Apostados sobre la tapa, indicaban que ese era un regalo especial. En aquel receptáculo, todo cubierto de oro, se encontraban las tablas de la ley dadas a Moisés, como recordatorio del carácter santo de Dios con el cual gobierna el universo. Las tablas tenían el propósito de ayudar al pueblo a disfrutar de la voluntad de Dios y marcar el camino a una relación con él. El arca hablaba de la excelencia y gloria de Dios, y se sabía que poseía una luz que emanaba de la misma presencia de Dios. Allí, en medio de los querubines, las tablas volvían a recordar que Dios había tomado la iniciativa para reconectarse con su pueblo. (Números 7:89)¡Un indicio más de que Dios sigue buscando dialogar con nosotros! 2 Samuel 6:6-9 nos recuerda que el arca debía ser tratada con respeto, y que por faltar en cuanto a eso, Uza pagó con su vida por su temeridad.No olvidemos que todo el santuario fue mostradoa Moisés en visiones, y le fue indicado como debía construir cada parte del tabernáculo, de acuerdo al modelo que está en el cielo, o sea, a semejanza de la casa de Dios (Hebreos 8:5).
Siendo así, entendemos por qué los profetas quevieron el trono de Dios, como Juan en el NuevoTestamento, hablaron de querubines que rodeaban el trono y que declaraban constantemente su carácter diciendo: ¡Santo, santo, santo! (Apocalipsis 4:8,9).Dicho de otra manera, el arca era un recordatorio físico para Israel de la presencia invisible de Dios en medio de ellos. Más interesante aun es el nombre de la tapa del arca: propiciatorio.
Según la Real Academia Española, quiere decir que tiene la virtud de hacer propicio. Moisés tenía ordenes de que una vez al año, el sumo sacerdote debía entrar llevando sangre de un sacrificio y depositarla allí. Dios se declararía propicio hacia su pueblo, para que este se acercara. Con este acto adquiría otro nombre también: la silla de misericordia.
El trono de Dios, en donde su carácter santo se despliega y recibe honra, también es un lugar de misericordia. Por eso el mismo sitio es llamado arca del testimonio y lugar de encuentro.En palabras del Nuevo Testamento, el arca sería el lugar de reconciliación.Vemos a Dios ofreciendo un lugar y un lenguaje en común: milagro de milagros. En ese lugar convergen la santidad de Dios y los humanos reconciliados. El cielo y la tierra se encuentran por medio de la misericordia divina. Este es el sitio de adoración ante el que dejamos nuestro servicio, nuestra tierra, nuestra vida y entramos en lo más íntimo de la casa de Dios.
¡Quién lo diría! Los seres humanos fuimos invitados a contemplar a Dios y a conversar con él.No solo Moisés conversó «cara a cara» con Dios. David también nos dice:
«Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Salmo 27:4).La versión Reina Valera apunta a un detalle más: «Para inquirir en su templo».Inquirir quiere decir examinar algo cuidadosamente, indagar, averiguar.Lo decimos, pero hablando en serio: ¿Será posible que la adoración sea algo más que cantar? ¿Puede ser que haya algo tan sublime en ese recinto sagrado que provoque a un hombre llegar a desear solo eso?¿No será nuestro desgano por adorar a Dios un síntoma de la trivialidad con que tratamos su presencia?
Dos cosas para hacer en la presencia de Dios
Se hace evidente que para el pastor que llegó a ser rey existían dos cosas por realizar en la presencia de Dios.
Primero, contemplar: Hace años pude visitar Madrid por primera vez y pasar unas horas en el Museo del Prado. Allí encontré un tesoro incalculable de manifestaciones de arte que recorren prácticamente la historia misma del hombre. Muchos de los grandes maestros están allí, hablando todavía, a través de sus pinturas.
Soy un estudiante de historia del arte, entonces imaginarán la clase de experiencia que significó esto para mí.
En algunos momentos me detenía y por largo rato quedaba parado frente a uno de los óleos que hicieron historia. Mirando de lejos, mirando de cerca. Fascinado por el uso del color; impresionado por la técnica tan precisa que con aceite, brocha y pigmento, lograba representar las cosas del mundo verdadero casi fotográficamente.
Eso es contemplar. Contemplemos a Dios cuando adoramos. No nos apuremos a terminar de cantar para sentarnos.
Tomémonos un tiempo para ser llevados por Dios, que anhela mostrar a los ojos de nuestro corazón los colores de su carácter y la composición de su justicia y verdad.
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